Este patio se encuentra situado en la plaza del Consistorio, 3 “Casa del Conde Esteban”

Nombre erudito el de esta plaza, inventado en 1864 para aplicárselo al ensanche con que comienza la cuesta de la Ciudad. El nombre no se refiere a una reunión eclesiástica, sino que es sinónimo del Ayuntamiento.

Careció durante un siglo del rótulo que declarase su nombre, por lo cual en el uso diario se la consideraba como una parte de la cuesta citada. Sin embargo, en 1965 se la adosó por fin el azulejo correspondiente, por moción del señor Abel de la Cruz, miembro del Concejo. Sin embargo, se olvidaron cambiar los números de las casas, por lo que se producen las naturales confusiones.

Poco acertado fue la construcción de un extraño conjunto de escalones y pretil (más bien innecesario) quedando en un aspecto actual, poco lucido, ya que la plaza tampoco tiene nada de particular, salvo una portada mudéjar que existe en el interior del número 3 de esta plaza. (Fuente: Historia de las Calles de Toledo)

Ya situados en el número 3, contemplamos una casa palacete conocida como Casa del Conde Esteban, que fue su dueño en 1890 o también como Casa del Arcediano de Madrid. Posteriormente residió D. Francisco Esteban, y a finales del siglo XIX el inmueble fue propiedad de D. José María Rubio.

Después de salvar unos escalones a pie de plaza, llegamos a la entrada y avanzamos para tomar un largo tramo de escalones hasta llegar al interior del palacete. Contemplamos una gran viga de madera tallada y decorada sobre dos columnas ochavadas soportando ambos extremos. Las columnas con capiteles mudéjares decorados con motivos florares en yeso, a continuación, un arco mudéjar de yesería del siglo XV da entrada al patio. Del interior del inmueble se trasladó al Museo Arqueológico Nacional otro arco completo similar al existente, que en el siguiente enlace Pedro Riaza lo describe con todo detalle.

Cercano este lugar a la Catedral, traemos una de las leyendas más “infernales” de la ciudad:

El Diablo Confesor “Pero el dolor llegó en forma de habladurías a la casa de Don Ángel, pues al poco descubrió que la moza que pretendía su hijo era de las más pobres de la ciudad, y esta baja condición supuso un importante impedimento para que autorizara el matrimonio de su hijo. Esto provocó no pocas discusiones entre padre e hijo, tan duras que algunos vecinos oían gritos en mitad de la noche, durante el día, e incluso afirmaban haber oído en alguna ocasión el frío sonido del acero toledano saliendo de sus vainas…”.