Este patio se encuentra situado en la plaza Amador de los Ríos, 4

Plaza artificial, nacida del derribo en 1771-1777 de la antigua parroquia de San Juan Bautista el Real, cuya iglesia desde antes de 1125 ocupaba parte de esta plaza. El templo, ruinoso, fue trasladado de la Compañía de Jesús (Iglesia de los Jesuitas). No se derribó todo el edificio dejando en pie la antigua capilla que utilizaba la cofradía Escuela de Cristo, reducida a ermita que hoy es la capilla de San Felipe Neri.

Buscando el origen de su plaza, recibió el nombre de plaza de Los Postes, que aun hoy en pleno siglo XXI se la sigue nombrando así, y viene con motivo de la demolición del templo descrito anteriormente, se colocaron cinco postes de piedra, posiblemente restos de las columnas de la iglesia, clavados en su solar, cuatro a modo de guardacantones y el quinto en su centro, rematado por una cruz de hierro indicando el lugar donde estuvo enclavado el altar mayor. Los postes aun persistían en tiempos del insigne escritor Sixto Ramón Parro, allá por el año 1850, y derribados al urbanizar el Ayuntamiento el paraje.

En el año 1872 residía en el antiguo número 11 el arquitecto municipal Ramiro Amador de los Ríos, y a veces se alojaba su hermano Rodrigo, escritor de una extraordinaria obra sobre Toledo. En homenaje a esta familia de buenos toledanistas, la sociedad Económica de Amigos del País consiguieron que se asignara a esta plaza el nombre que hoy lleva. En 1961 se sustituyó la placa dedicatoria que rotulaba la plaza por un sencillo monumento con fuente, que dirigió el arquitecto don Fernando Chueca. (Fuente: Historia de las Calles de Toledo)

En esta plaza confluye la calle de San Ginés, lugar donde se escribió la conocida leyenda, relacionada con:

El Palacio Encantado II (La Cueva de Hércules) “Don Rodrigo corrió hacia su palacio para escuchar la viva voz del mensajero, y que le leyeran el mensaje que le traían: ‘Mi señor, malas nuevas le traigo del sur’, comenzó el nervioso mensajero. El Rey, temiéndose lo peor, apresuró a la lectura del mensaje, en el que Teodomiro solicitaba ayuda urgente ante el cruce del estrecho por una numerosa expedición árabe, que arrasaba tierras y gentes allá por donde pasaba, y conquistaba con extrema rapidez el territorio hasta ahora perteneciente a los Visigodos. Don Rodrigo llevó a su mente con un sudor frío las imágenes que había visto en el tejido encontrado en el Palacio de Hércules, sintiendo en lo más profundo de su alma cómo este mensajero había comunicado el principio del fin de su reinado”.