Este claustro se encuentra situado en la calle Arco de Palacio “Catedral”
Situados en una de las calles más anchas de Toledo. En 1677 la calle se rotulaba como calle de la Lámpara, en el siglo XVIII tomó el nombre de calle del Pasadizo. El arco que recibe su nombre sirve para dar paso al Prelado desde el Palacio Arzobispal a la Catedral. (Fuente: Historia de las Calles de Toledo).
Próximos al arco, en la fachada de la Catedral nos encontramos con una puerta, llamada puerta del Mollete o del Niño Perdido. En ella se daba diariamente a los pobres un auxilio consistente en una limosna de pan cocido en piezas entonces llamadas “molletes”. Se trata de una puerta gótica, con elementos mudéjares, labrada por Alvar Martínez durante el pontificado del Arzobispo D. Sancho de Rojas (1415-1422). Bajamos unos escalones que nos conducen al claustro. (Texto: Manuel Martínez Bargueño “amaianos”)
En la pared de bajada al claustro, contemplamos restos de un fresco de Francisco Bayeu que representa la leyenda:
El Santo Niño de La Guardia “Una vez crucificado, recogieron su sangre. Después, con un cuchillo, uno de los judíos hurgó en el costado derecho. Dicen que, el niño, al ver lo que le hacían les dijo que qué buscaban. El judío respondió que el corazón, a lo que el niño, con voz desfallecida respondió que se encontraba en el otro lado. Así murió el niño. Según dicen también, en el momento de la muerte del niño, la madre, que se encontraba en Toledo y era ciega, “recuperó la vista…”
El claustro rodea un hermoso y espacioso patio ajardinado de grandes proporciones y cuidado exquisito. El elemento más destacado, además de las especies vegetales, es el agua. Fue construido en parte sobre el antiguo misná, patio de las abluciones de la mezquita mayor. En el claustro, el agua, procedente de la lluvia, se recogía desde las escorrentías de los inmensos tejados de la catedral para ser depositada en aljibes.
Además del uso casi exclusivo de naranjos y mirtos en el plantío del jardín claustral, veremos cómo se comienzan a incluir especies más resistentes al frío invernal –laureles y castaños–, que, plantadas en la umbría, resisten mejor las heladas, evitando así el enorme coste y esfuerzo que supone sustituir continuamente a los naranjos y limoneros. Dicho proceso ha continuado hasta nuestros días, modificando totalmente el aspecto original del jardín que seguía la tradición musulmana de plantel de naranjos como especie única en el adorno de estos jardines de patio o claustro. (Textos: Francisco García Martín).
En los Claustros de la Catedral de Toledo se sitúa la leyenda popular:
El Alfaquí “Una noche en la que el monarca se encontraba fuera de la ciudad, cuenta la leyenda que la Reina Constanza y el arzobispo Bernardo, ignorando la voluntad soberana violentaron el templo árabe llevando a numerosos partidarios a derribar las puertas del templo y colocar una campana en su alminar, así como un altar, dando así por sagrado para el culto cristiano el templo que hasta ese momento servía como mezquita mayor de Toledo. Ante la burla del poder real, Alfonso VI lo tuvo en gran agravio, condenando a muerte a numerosos participantes en la tropelía, si bien su ira fue calmada, según las crónicas, por los propios musulmanes, a cuya cabeza figuraba uno de los principales caudillos, el alfaquí Abu-Walid, que solicitó el perdón real para todos los asaltantes y aceptó la consagración cristiana de la mezquita”.