Este patio se encuentra situado en la bajada de San Martín, 13

En el inicio de esta vía se encontraba el antiguo convento de San Agustín. Posteriormente el convento fue un Matadero Municipal, luego, en 1931 se construyó el Colegio Santiago de la Fuente y actualmente está ubicado un Instituto de Enseñanza Secundaria (IES Sefarad de Toledo). Es posible que antes del citado convento hubiese un palacio o fortaleza árabe, como protección del acceso a la ciudad por esta entrada y para apoyo militar del puente amarrado al Baño de La Cava; reuniendo excelentes condiciones estratégicas, controlando tanto a la puerta del Cambrón como el puente.

Continuando al final de esta calle, antes del llegar al puente, había una muralla neomudéjar edificada en 1864 llamada Puerta de San Martín, que servía de aduana urbana, demolida por el Ayuntamiento en 1967 con la finalidad de ensanchar la calle. (Fuente: Historia de las Calles de Toledo)

Recordemos que en el año 711 Toledo sufría la invasión de los árabes por capitulación, ya que gran parte de su población huyó, y facilitada su entrada por los judíos, siendo el final del reino visigodo. La invasión musulmana permaneció durante 374 años; reconquistada luego en 1085 por Alfonso VI. En este entorno y en aquella época se describe la siguiente leyenda, adaptada por Juan Luis Alonso:

La Cava “Pero, desde entonces, ocurrió una cosa muy extraña: todas las noches, apenas el sol hundía en el horizonte su disco de diamante y las nubes encapotaban el cielo, en esos momentos de calma que preceden a la tempestad, veíase, en pie sobre el torreón que hoy se conserva de los lujosos baños de la Cava, una figura descarnada y seca, con el cabello suelto al aire, volviendo a todas partes la triste mirada de sus ojos, sin expresión y sin vida; de repente, elevaba la vista hacia el que fue palacio de Don Rodrigo; el viento, que rugía, modulaba un grito prolongado, y, al espirar, otra sombra, la sombra de un hombre armado de todas armas, pero con la cabeza desnuda, surgía también sobre el arruinado alcázar.

Y los dos fantasmas se miraban, clavaban uno en otro sus pupilas sin luz, y entonces era cuando el huracán rugía con más fuerza, cuando el río desbordaba su corriente por los campos vecinos e inundaba la fértil vega, cuando la claridad de la luna desaparecía por completo, y las tinieblas más espesas reinaban sobre el pueblo amedrentado. En aquellas horas, largas como el dolor, nadie se atrevía a salir a la calle, por miedo a encontrarse en las sombras de la noche con aquella mirada brillante que parecía desencadenar los elementos para lanzarlos sobre el mundo”.