Este patio se encuentra situado en la calle de la Hermandad, 6 “Posada de la Hermandad”

No precisa explicaciones su nombre, pues es de todos conocida la existencia en esta calle del edificio que la patrocina, hoy felizmente salvado del uso vulgar a que se le destinaba como “Cárcel de la Hermandad”, restaurado por la Dirección General de Bellas Artes, por decisión del malogrado Gallego Burín.

En él se instaló en 1958 un “Museo de la Ciudad”, para lo que se cedió el inmueble al Ayuntamiento y se llevaron parte de los fondos archivísticos de éste. Pero a los pocos años y por reformas en la Escuela Municipal de Idiomas, se llevó ésta a la Hermandad y se recogieron aquellos documentos, desmontándose la mayor parte de las instalaciones y quedando casi abandonado el local, que amenazando ya ruina en su parte trasera, hubo que restaurar, a toda prisa y con mayor gasto que si se hubiera cuidado a tiempo, en 1978. En 1602 se usaba ya el nombre actual. En 1778 comprendía ocho casas de la colación de San Justo.

Es muy probable que la última vez que se utilizó como cárcel el edificio fuera en 1812. El 7 de septiembre de aquel año se recluyeron en ella, en la Cárcel del Vicario y en la Cárcel Real a ciento cinco sujetos, empleados por el gobierno afrancesado. Pronto los soltarían, sin embargo, ya que el 8 de diciembre del mismo año volvieron las tropas napoleónicas a Toledo, saliendo, éstas definitivamente el 10 de abril de 1813. No se tomaron grandes represalias con los sirvientes de José I, ya que el 9 de septiembre de 1816 se dictaba un edicto donde se disponía “que se vigile la conducta que observen los empleados que tuvieron los franceses”, siendo la única medida de vigilancia, lo cual fue un suceso notable de la época.

Anotaremos, por último, que siendo el nombre oficial y popular el de “Cárcel de la Hermandad”, al roturarla se le ha abreviado, dejándose en “Hermandad” simplemente. (Fuente: Historia de las Calles de Toledo)

El edificio de planta irregular, data del siglo XV, destacando su portada, de estilo gótico-mudéjar enmarcada por dos columnas y un dintel con dos ménsulas que sostienen dos leones; ricamente decorada con figuras de dos cuadrilleros, así como dos heraldos. Completan la decoración los símbolos de los Reyes Católicos: su escudo, el yugo y las flechas. También destaca en su parte superior, un valioso escudo de madera de Felipe II, el cual fue retirado a comienzos del año 2003 para ser restaurado; el proyecto de restauración estuvo a cargo de Marina Torres y realizado por la Real Fundación de Toledo y la Escuela Taller Municipal. A día de hoy, la fachada sigue sin el escudo. Creo que, después de su restauración en 2007, es hora de poner en su lugar una réplica si es que no se desea recolocar el propio escudo restaurado.

En su interior se conservan las salas donde se ubicaban los tribunales y las mazmorras para los presos, donde al parecer eran habituales los excesos de la Hermandad en forma de torturas de todo tipo.

Tras la entrada al inmueble, al fondo se encuentra un patio de pequeñas dimensiones con varias columnas de piedra y soportal en tres lados. El patio de la Posada de la Hermandad se ciñe a los estilos de los siglos XV, XVI y XVII, de gran auge en Toledo, que tienen sus portales y portadas centradas en relación con el eje del patio. (Fuente: Toledo Olvidado)

Entre los años 2001 a 2015 ocuparon el inmueble varias Asociaciones Culturales de la Ciudad, siendo una de ellas la Asociación Amigos de los Patios de Toledo. En la actualidad, el edificio está ocupado por el Centro Cultural Municipal y otros usos de gestión local.

En este mismo lugar, el escritor inglés Edgar Alan Poe inspirado en la incertidumbre ante una muerte cercana donde el reo se encuentra recluido en las tenebrosas mazmorras que en su interior se hallaban, escribió su obra:

El Pozo y el Péndulo “Llegó, por último, un momento en que mi cuerpo, quemado y retorcido, apenas halló sitio para él, apenas hubo lugar para mis pies en el suelo de la prisión. No luché más, pero la agonía de mi alma se exteriorizó en un fuerte y prolongado grito de desesperación. Me di cuenta de que vacilaba sobre el brocal, y volví los ojos… Pero he aquí un ruido de voces humanas. Una explosión, un huracán de trompetas, un poderoso rugido semejante al de mil truenos. Los muros de fuego echáronse hacia atrás precipitadamente. Un brazo alargado me cogió del mío, cuando, ya desfalleciente, me precipitaba en el abismo. Era el brazo del general Lasalle. Las tropas francesas habían entrado en Toledo. La Inquisición hallábase en poder de sus enemigos”.