Este patio se encuentra situado en la calle de la Merced, 7
Comprende hoy la calle un trayecto distinto del acotado en el Nomenclátor de 1864, ya que no comienza en la calle que éste llamó de la Universidad (hoy Cardenal Lorenzana), sino en la plaza de las Capuchinas; habiendo prevalecido en este primer trayecto el nombre tradicional de calle de las Tendillas, nombre también conservado en la plaza donde nace.
El nombre oficial se deriva del convento de mercedarios calzados de Santa Catalina, construido aprovechando una antigua ermita adosada a la muralla primitiva y que estaba dedicada a tal santa. Añadiremos que en este monasterio residió desde 1612 a 1615 el famoso mercedario fray Gabriel Téllez, inmortalizado en la literatura bajo el seudónimo de Tirso de Molina. Asimismo, recogemos la noticia, publicada ya, pero casi olvidada, de que al demoler totalmente en 1884 el antiguo convento (entonces dedicado a presidio) para edificar la Diputación Provincial, aparecieron los restos de la ermita primitiva, restos que se estimaron entonces visigodos; así como monedas del mismo período y del Bajo Imperio, que se conservaban aún en 1922 por sus adquirentes.
Destacamos, por último, que poco antes de la plaza existen dos antiguos adarves, hoy sin nombre conocido, y que se consideran parte de la calle de la Merced. Frente a uno de ellos, en una antigua puerta que se redujo a ventana, existe aún un interesante azulejo que convendría recoger por el Museo Arqueológico. Indica que pertenecía la casa a la familia Antolínez, concretamente el inmueble es el actual número 4 de la calle. (Fuente: Historia de las Calles de Toledo)
Otra casa más en la calle de la Merced esta vez sin portada de piedra, pero sí una interesante puerta de madera de dos hojas, con tres grandes cuarterones tallados cada una, a modo de pergaminos, imitación a las “servilletas” renacentistas, que da acceso a un pequeño portal, con una buena cancela de hierro forjado, por la que se llega al patio.
El patio está centrado en el solar y tiene detalles que demuestran una cierta antigüedad, como son las vigas maestras que rodean el patio soportado por las zapatas y sostienen en voladizo largos canecillos de “proa”, de estilo renacentista. En todo el patio, se ven testigos de muros de mampostería, dejados en su última rehabilitación también para demostrar su antigüedad. Todos los huecos del patio tienen rejas de hierro forjado, dando ambiente a la austera decoración.
Para sostener la viga de la escalera, tiene dos columnas de hierro fundido, que se pusieron muy de moda en algunas casas modernistas, en la época de la industrialización. La escalera parte directamente del patio a las plantas superiores en las que asoman en las paredes también los canecillos, quizá recordando que pudo tener balaustradas.
Buena decoración de plantas, con alguna maceta de color y un curioso detalle de un hueco en el suelo con cristal, para ver una vena de agua. (Textos: Juan Meneses Revenga)