Este patio se encuentra situado en la calle Santa Isabel, 3 “Hotel Eurico”

El nombre antiguo de la calle conformaba el barrio de San Antolín. El trayecto inicial de la calle desde la plaza del Ayuntamiento se llamaba barrio de los Tintoreros, aquí establecidos hasta el siglo XVII; pero a partir del siglo XIII se escribe ya “Tintores Vejos”, expresión que indica que ya había emigrado a la orilla del río, donde fundaron el barrio de los Tintes que todavía conocemos pro este nombre, aunque nada se tiña ya en él.

Una placa, conmemora que en la calle de Santa Isabel en el número 14 se alojaba, en sus frecuentes visitas a Toledo, el insigne canario Benito Pérez Galdós, quien escribió aquí, al menos, en parte, su célebre novela Ángel Guerra. (Fuente: Historia de las Calles de Toledo)

El inmueble que hasta hace años estaba en régimen de alquileres, actualmente lo alberga el Hotel Eurico, inaugurado en octubre de 2006, disfruta de una situación privilegiada en pleno corazón del casco histórico toledano, a tan sólo 50 metros de la Catedral Primada, siendo ésta uno de los más importantes puntos de interés de la ciudad imperial, destacable por su belleza artística y monumental.

Enclavado en una antigua casona típica toledana restaurada, que data del siglo XV, donde se conserva el magnífico patio y un conjunto de cuevas árabes de la misma fecha, las cuales han sido reconvertidas en un original salón enclavado en el actual café bar, encaminado a hacer su estancia más agradable y amena. (Web: Hotel Eurico)

Volviendo al inicio de esta calle, dejamos la calle del Pozo Amargo a la derecha y continuamos hasta la plaza del Ayuntamiento, donde se alza la majestuosa Catedral, en su interior, en el Coro se halla la imagen sonriente de la Virgen Blanca, imagen de la que la tradición narra esta preciosa leyenda, escrita por Rafael Ramírez Arellano en “Nuevas tradiciones toledanas”:

Por qué se ríe la Virgen Blanca “La gente se dio cuenta que Doña Beatriz, con la cara iluminada de felicidad, era rodeada de una especie de luz que la destacaba sobre el resto. Cuando los demás asistentes buscaron la fuente de la luz comprobaron cómo la imagen de la Virgen Blanca ladeaba la cabeza y sonreía abiertamente ¡la Virgen se ríe, la Virgen se ríe!, clamaron los más asustados. En ese momento, un ruido de espuelas sacó de su asombro y curiosidad a los que allí se encontraban y al volver la cabeza vieron a un Santiago Galán casi irreconocible, con una larga barba, ropa raída y signos de haber pasado mucho hambre. Los esposos se abrazaron en medio de la ceremonia y Santiago conoció allí a su hijo, ante la Virgen que le había protegido durante casi dos años de batallas y cautiverios”.