Estos patios-claustros se encuentran situados en calle de San Tomé, 27 “Convento de San Antonio”

Es de las calles más antiguas de Toledo, pero urbanizada en el Renacimiento y que en todo tiempo ha tenido gran vitalidad, ajetreo, y una personalidad propia e inconfundible, llegando a cambiar el nombre de su santo titular, santo Tomás Apóstol, por el toledanísimo de Santo Tomé. (Fuente: Historia de las Calles de Toledo)

El convento, se encuentra en una de las calles más turísticas y céntricas de la ciudad. Del siglo XV, fue la antigua casa del comunero Hernando de Ávalos, confiscada por orden de Carlos V. Su portada es un muro exento, con dos alturas, muro de ladrillo y mampostería que coloca a la puerta entre columnas de piedra que suben y sobre yeso hay una hornacina con una advocación a San Antonio. Más arriba ventana geminada doble gótica, guarnecida con recovo blanco con columna de pizarra y arcos blancos con óculo y celosía de yeso, cerrando con bolas en tres de sus lados, superior e izquierdo y derecho. Los restos antiguos de la casa están adentro.

Es de destacar el denominado patio de Los Naranjos, que data de 1480 Se trata de un espacio cuadrangular, de estructuras adinteladas, cuyos soportes fundamentales son pilares ochavados. Sus galerías presentan cubiertas de madera, con alfarjes de decoración vegetal pintada y algunas yeserías decorativas, gótico-mudéjares.

El convento cuenta con otro patio, el conocido como del Cementerio, que parece obra de principios del siglo XVI. Está formado por tres pisos adintelados, el inferior con soportes de piedra y los restantes en madera. (Fuente: Wikipedia)

En la misma calle de este convento, siguiendo la misma fachada, unos metros antes, llegamos a la iglesia que da nombre a esta calle, donde en su interior, aloja el famoso cuadro que pintara El Greco, cuyo personaje central yacente, don Gonzalo Ruiz de Toledo, señor de Orgaz, dio lugar a la inspiración de la leyenda:

El entierro del conde de Orgaz “En el interior de la Iglesia de Santo Tomé, su lugar de entierro, los rezos ya habían terminado y se disponían a entregar el cuerpo a su sepultura cuando repentinamente todo se iluminó con una luz muy intensa que provenía de lo alto, y los allí presentes pudieron ver cómo las figuras de San Agustín y San Esteban descendieron, tomaron en sus manos el cadáver del señor de Orgaz, uno por los hombros y otro por los pies, encargándose ellos mismos de llevarlo hasta el sepulcro. Tras esta acción, con voz grave los dos santos dijeron: ‘Tal galardón recibe quien a Dios y a sus santos sirve’. Luego, sin más, desaparecieron, dejando la iglesia perfumada de aromas celestiales. Todos los que observaron este hecho quedaron allí petrificados, murmurando oraciones en acción de gracias por el milagro que habían presenciado. En el interior de la tumba, aún por cubrir, ya descansaba el cuerpo de Gonzalo Ruiz de Toledo, llevado hasta él por dos santos”.