Este patio se encuentra situado en la plaza Santo Domingo el Antiguo, 5

En el siglo XVIII se llamaba plaza de las Sombrererías a ésta de Santo Domingo, por existir en ella varios obradores de sombreros, que perduraron hasta fines del siglo XIX.

Es también digno de mención que en esta casa número 5 de esta plazuela vivió y murió la beata, en su tiempo célebre, Mariana de Jesús, en un beaterio llamado de Santa Leocadia. Natural de Escalona, vino a Toledo a los dieciocho años, falleciendo en 1620, tras severas penitencias y habiendo llevado una vida edificante. (Fuente: Historia de las Calles de Toledo)

El patio estuvo utilizado, junto con el palacio o sala principal de la casa, que conserva un arco de yesería mudéjar, primero, como taller de carpintería artesanal de mi abuelo Juan Antonio, de cuya época conservo muchas herramientas, de cuando se trabajaba manualmente, carpinteros de lo blanco o de afuera, y más tarde pasó a ser taller de carpintería con máquinas, podríamos decir de lo prieto, ya que se realizaban puertas y ventanas, además de muebles antiguos, por mi tío Pepe y mi padre.

Tenía y tiene este patio, pues el dueño actual la ha conservado en su lugar, magníficamente restaurada, una viga mudéjar, de talla sencilla y dos zapatas, con magnifica talla, también mudéjar, de la que sólo se ha conservado una, pues la otra estaba en muy malas condiciones. La viga estaba soportada en su centro, por una sencilla columna de granito, no muy antigua, seguramente del siglo XVII.

En las plantas superiores de la casa, con galerías abiertas, estaban las viviendas de mis abuelos y mis tías. La antigua fachada, demolida para su reconstrucción actual, daba una agradable nota de color a la plaza de Santo Domingo. (Textos: Juan Meneses Revenga)

Esta plaza linda con la iglesia mudéjar de Santa Leocadia;  traemos una bella historia relatada por los escritores Luis Moreno Nieto y Ángel Santos Vaquero, relacionada con la virgen y mártir toledana:

Santa Leocadia “Una noche de un 9 de diciembre entre los años 303 a 306, los centinelas de la cárcel, que se situaba en la zona próxima al actual Alcázar, y hasta no hace demasiado tiempo conocida como ‘de los Capuchinos’, sintieron un ruido sobrenatural y observaron una potente luz que provenía de la celda en la que había quedado abandonada la joven cristiana… Por temor, hasta la mañana siguiente no se acercaron a la mazmorra, donde sólo hallaron el rígido cuerpo de la joven Leocadia”.